Fue una época muy difícil para mí. Todos mis monstruos empezaron a bailar a mi alrededor y, después de luchar mucho contra ellos, aprendí que tenía que ponerlos delante y escucharlos. Me di cuenta de que yo tenía el poder sobre mí misma.Había dejado que las circunstancias dominaran mi vida, y cuanta más atención prestaba al mundo exterior, más difícil era acceder a mi cuerpo y a mi espacio interno.
Empecé a investigar y descubrí que existían otras maneras de vivir. Que el ritmo frenético de vida que había adoptado solo era una de las opciones, pero que existían muchas más. Y así llego el Slow Life a mi vida. Gracias a ello empecé un camino infinito por recorrer para sentirme bien conmigo misma cada día. Poco a poco fui incorporando cosas a mi vida que me nutren de dentro hacia fuera, que me aportan calma y tranquilidad, porque descubrí que la respuesta está en mí y que para entregar amor real y del bueno a los demás primero tengo que dármelo a mi misma.
Así fui (re)conociéndome, pasito a pasito, y diseñando mi propia fórmula para vivir en calma.